JOSÉ JAVIER COMAS RODRÍGUEZ
Amanece en 12 de diciembre. La Virgen comienza a gestar su expectación. La nueva venida parece asomar sus alas para descender a la tierra llegada la Navidad. Existe una advocación en la ciudad que entiende la expectación al ritmo de rezos en una pequeña capilla, en un pequeño cofre que propaga su luz cuando diciembre comienza a sacar sus mejores galas.
“Río de luz” o “Río escondido”. Así recibe su nombre del castellano antiguo una de las advocaciones más universales. La devoción traída desde México que llegaría Sevilla con los albores de una vida joven, con la mirada inocente de una madre primeriza, de una impaciencia impasible, de un amor inimaginable.
Un lugar. La calle Dos de Mayo vuelve, de nuevo, a ser río de luz con la Virgen de Guadalupe. Un rostro sereno preside la escena. Manto de la hermandad de los Gitanos, cuidados de su prioste, Fernando Trigo, vestida de dama por las manos de Antonio Bejarano. La juventud sabe crear en ríos revueltos donde todo parece escondido, donde las Aguas encuentran su cauce más trascendente. A su lado vuelves a encontrar la vida en una sola imagen, el calvario inevitable envuelto en una oscuridad que contrasta a primera vista. Volviendo, de nuevo, la mirada al frente. Llegada la espera de todos, lo que hoy narramos con la mirada de un niño, eclosionará en forma de paso de palio y de flor infante, de plata luminosa y de bordado reluciente. Así celebramos hoy su festividad, así ponemos luz a la oscuridad de la manera más primorosa que solo Guadalupe sabe regalar. Sevilla es novicia a tú lado, solo tú sabes entenderlo.
Que bonito reportaje. Muchas gracias por hacernos llegar éstas imágenes a todos los que queremos y sentimos a María Santísima de Guadalupe.